a Jorge Leónidas Escudero
el vértigo la une, la deshuesa,
y la abandona
con esa quietud volada del que no recuerda.
Dicen los campesinos que el primero de agosto
las piedras paren.
Nacen viejas,
maman de lo neutro
el peso sin fondo del planeta.
De estertor en estertor, la piedra
es el hambre de otra piedra.
Un día, dentro de ella
seremos el eco,
el aullido.
Que alguien nos escuche
cuando pida auxilio
y finitud
la piedra.
Salta (Argentina), 1947
Cortesía: Isla negra
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