Por tu vida, tus rodillas y tus padres
te ruego no destrocen los perros
mi carne ante las naves aqueas.
Canto XXII, La Ilíada
A condición
de elevar plegarias cada noche
por el cuerpo de Héctor.
Así la lanzada se aquietará
cautiva,
en piélago de trazos
y sonidos.
A ritmo de un cayado
será a la vez
música y conjuro.
Intacto arribas a la sombra.
En Breviario invisible
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