Espera de las vísperas.
Negros ya los despojos que existieron
de un cuerpo alado un día;
carne grácil.
a tierra bien mojada, pasa.
Quién deja el halo húmedo de su procreación
vertido como pócima.
Quién halaga.
Fundiérase en su adentro
semen de un dios; acaso lluvia tórrida
de oro, cuando postrada en soledad
sus muslos abre.
No al varón, pues no existe
goce y bullir.
¿Cantó, llamó a su tálamo?
Fuese desdén o afrenta, fuese nada.
Pues si nacido irguióse y buscó en vano,
se llamará Perseo.
En Las flores de Paracelso (1979)
Poesía completa (1958-1980)
Madrid, Espasa-Calpe, 1983
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