No fue el cerezo
con su murmullo rosa
ni el abrigo de lirios
del agua del estanque
ni fue el discreto encanto
burgués de la gardenia
ni la menta sativa
profunda y recurrente.
Quizás fuera Epicuro
sujetando mi alma
en el reposo azulado
de la tarde
.
En El jardín de Milena
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