Soy el perro y os nombro. Aquel en cuya noche oscura no creísteis, porque no era preciso creer en ese can -porque ese can tampoco creía en sus dos ojos, en su sola y mordaz, desvencijada boca, en su palabra que era, tosca, un ladrido, un mísero cansancio, un aullido-.
Soy el perro disuelto en la palabra, que es la única forma que conozco. Mi casa es este verso y me refugio, me hilvano en el temor, me arremolino. Afuera hay otras guerras y no quiero mantener el fusil.
Soy el perro y os nombro generales del odio de una especie.
Gracias, Patricia, por tu amor a la palabra y por todos los detalles hacia mi poesía. Te dejo un abrazo para ti y todos los lectores.
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