3 de mayo de 2007

Blanca Varela - Ultimo poema de junio



Pienso en esa flor que se enciende en mi cuerpo. La
hermosa, la violenta flor del ridículo. Pétalo de carne y hueso. ¿Pétalos?
¿Flores? Preciosismobienvestido,
muertodehambre, vaderretro.

Se trata simplemente de heridas congénitas y felizmente mortales

Luz alta. Bermellón súbito bajo el que despiertas
de pie, caminando a ninguna parte. Pies, absurdas
criaturas sin ojos. No se parecen sino a otros pies.
Y además estas manos y estos dientes, para mostrarlos
estúpidamente sin haber aprendido nada de ellos.

Y encima de todo y todas las cosas, sobre tu propia
cabeza, la aterciopelada corona del escarnio:
un sombrero de fiesta, inglés y alto, listo para saludar lo
invisible.

Rojos, divinos, celestes rojos de mi sangre y de mi
corazón. Siena, cadmio, magenta, púrpuras, carmines, cinabrios.
Peligrosos, envenenados círculos de fuego irreconciliable.

¿A dónde te conducen? ¿A la vida o a la muerte?
¿Al único sueño?
La flor de sangre sobre el sombrero de fiesta (inglés
y alto) es una falsa noticia.

Revelación. Soy tu hija, tu agónica niña, flamante
y negra como una aguja que atraviesa un collar de
ojos recién abiertos. Todos míos, todos ciegos, todos
creados en un abrir y cerrar de ojos.

El dolor es una maravillosa cerradura.

Arte negra: mirar sin ser visto a quien nos mira
mirar.

Arte blanca: cerrar los ojos y vernos.

Ver: cerrar los ojos.

Abrir los ojos: dormir.

Facilidades de la noche y de la palabra. Obscenidades
de la luz y del tiempo.

Y así, la flor que fue grande y violenta se deshoja y
el otoño es una torpe caricia que mutila el rostro
más amado.

Fuera, fuera ojos, nariz y boca. Y en polvo
te conviertes y, a veces, en imprudente y oscuro recuerdo.

Dulce animal, tiernísima bestia que te repliegas en
el olvido para asaltarme siempre. Eres la esfinge
que finge, que sueña en voz alta, que me despierta.

(1993)

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