-Usted nunca tuvo hijos.
-No. Aunque, un día, cuando era chica, Surgieron de mí, de mi pelvis, tres lagartos. En cartílago y grueso y anillado. Tres.
-Eh.
-Sí. Iban por la hierba. Al parecer tenían ojos, pero no pude saberlo. Se hundieron en el piso.
-Oh.
-Pero, antes, oí un alarido, como si dijesen: ¡Mamá! ¡Ay, madre! ¡Ay!
-Oh.
-No volvieron nunca. En el momento de la parición, salían de mis pechos (del izquierdo y del derecho), una gotita de sangre y una gotita de leche.
- ...!
Y ella quedó impasible. Y aunque era completamente blanca, pareció lo que siempre había parecido:
Una princesa india, abajo de su anacahuita.
En Misales, Buenos Aires, 2005
Ah, la Marosa. Tan hermosa y oscura...
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