Allí, en ese extremo de la vida,
siento fundirme
entre aconteceres varios.
Allí, donde el silencio (y sus voces)
es sólo el revés de la faena
y el mundo
parece revelarme una porción
de lo absoluto,
allí soy
-decía-
la noche del mar,
el júbilo adormecido de los nombres
que la costumbre calla.
Soy, cansado, aquello que por la ventana veo,
acaso también lo que bebo
y lo que de mí continúa
sin saberlo...
Cansado soy apenas,
tan sólo,
un reflejo
de la calma.
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