Cincuenta años después de los hechos, Plutarco los describe sin explicar

2 de diciembre de 2010






El tiempo que Lúculo dedicaba a estos objetos, túvole Cota por ocasión favorable para pelear con Mitrítades, a lo que se preparó; y como por muchos se le anunciase que Lúculo estaba ya de marcha con su ejército en la Frigia, pareciéndole que nada le faltaba, pareciéndole que nada le faltaba para tener el triunfo en las manos, a fin de que Lúculo no participase en él, se apresuró a dar la batalla.

Mas, derrotado a un mismo tiempo por tierra y por mar, habiendo perdido sesenta naves con todas sus tripulaciones y cuatro mil infantes, encerrado y sitiado en Calcedonia, tuvo que poner ya en Lúculo su esperanza. Había quien incitaba a Lúculo a que, sin hacer cuenta de Cota, fuera mucho más adelante para tomar el reino de Mitrítades mientras estaba indefenso; éste era, sobre todo, el lenguaje de los soldados, los cuales se indignaban de que Cota no sólo se hubiera perdido por su mal consejo, sino que, además, les fuese a ellos un estorbo para vencer sin riesgo; pero arengándolos Lúculo les dijo que más quería salvar del poder de los enemigos a un Romano que tomar todo cuanto pudieran tener aquéllos.

Asegurábale Arquelao, general, en la Beocia, de Mitrítades, pero que después se había pasado a los Romanos y militaba con ellos, que con dejarse ver Lúculo en el Ponto sería inmediatamente dueño de todo; mas respondióle que no había de ser él más tímido que los cazadores, para que, teniendo las fieras a la vista, se hubiera de ir a perseguir sus madrigueras; y en seguida, se dirigió contra Mitrítades con treinta mil infantes y dos mil quinientos caballos. Puesto ya a vista de los enemigos, admirado de su número, determinó evitar la batalla y ganar tiempo; pero, presentándosele Mario, general que había sido por Sartorio enviado desde España con tropas en auxilio de Mitrítades, y provocándole, se mantuvo en orden como para dar batalla; y cuando apenas faltaba nada para trabarse el combate, de repente, sin mutación ninguna visible, se rasgó el aire y se vio un cuerpo grande, inflamado, caer entre ambos ejércitos, siendo en su figura semejante a una tinaja y en su color a la plata candente; lo que puso miedo a unos y a otros, y los separó. Dícese que este suceso ocurrió en la Frigia, en el sitio llamado Otrias. Lúculo, reflexionando que no podía haber prevenciones ni riquezas que bastasen a mantener por largo tiempo tantos millares de hombres como Mitrítades tenía reunidos, mandó que le trajesen a uno de los cautivos, y lo primero que supo de él fue cuántos camaradas eran en su tienda, y después cuántos víveres había dejado en ella; luego que les respondió, hizo que se retirara, y del mismo modo mandó comparecer al segundo y al tercero, etc. Multiplicando luego la cantidad de provisiones por el número de los que las consumían, halló que a los enemigos no les quedaban víveres más que para tres o cuatro días, por lo cual resolvió con más justa razón ir dando tiempo, y acopió en su campamento cuantos víveres pudo recoger, para acechar, estando él sobrado, el momento de escasez de los enemigos.


Fuente: Vidas paralelas, Buenos Aires, 1940, Libro IV (Lúculo), VI-VIII, págs. 40-42
(Traducción directa: Antonio Ranz Romanillos). Es transcripción fiel.




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