Salman Rushdie - El último suspiro del moro (Reportaje de Alvaro Vargas Llosa, 1995)

17 de mayo de 2009






La intolerancia religiosa dio a conocer a Salman Rushdie por su novela Los versos satánicos. Es una lástima, las sinrazones son una lástima. Rushdie es autor de otras dos novelas sin las cuales no podríamos reconstruir cabalmente la historia de la imaginación literaria en el siglo XX: Hijos de la medianoche y Vergüenza. Para celebrar la aparición de su más reciente novela, El último suspiro del Moro (Plaza y Valdés), ofrecemos esta entrevista que es también un viaje a la España mora, judía y cristiana.





La idea del "último suspiro" preside la novela. Aunque el libro está lleno de sensualidad y de vida, es una idea muy pesimista. El último suspiro de Boabdil huyendo de Fernando e Isabel, el último suspiro del Moro que narra la novela en vísperas de la muerte... ¿es ésta una metáfora de su propia derrota personal?

La idea nació de dos cosas. Primero, en relación con el tema del libro, que es el tema de la India, tengo la sensación de que algo se termina en esa civilización, algo que empezó hace medio siglo con la independencia del país. La India en la que yo nací muy poco después de su independencia tenía una ética transmitida por los fundadores como Gandhi y Nehru, muy comprometida con los valores democráticos, socialista y proteccionista en su visión económica y muy secular en su Constitución, a pesar de tratarse de un país con un 85% de hindúes. Y lo que está ocurriendo ahora es una transformación muy veloz de esos tres principios. La base democrática del Estado está bajo la colosal amenaza de la corrupción y de la emergencia de líderes antidemocráticos que tienen fotos de Hitler en su despacho. El aspecto secular de la Constitución es muy impugnado por políticos ultranacionalistas hindúes y en las elecciones del año que viene puede ganar el BJP. Y el socialismo ha sido eliminado en los últimos años con la introducción de una economía de mercado que se desarrolla velozmente y que está transformando al país. Mi libro es una elegía por esa pérdida pero también una reflexión acerca del proceso de transición. Esto es el aspecto público del concepto del "último suspiro". En el aspecto privado me interesaba mucho explorar la idea del amor derrotado. En el libro los amores fracasan. Me interesa la idea del amor como un valor que trasciende incluso su propia derrota. Al final del libro el narrador pregunta a la mujer en la celda en la que está encerrado qué significa que la mujer de la que está uno enamorado resulte ser alguien distinto de lo que uno creía, una mentira. Ella le responde que él sí estaba enamorado y que eso no era una mentira, era real. El amor es un valor válido incluso cuando es derrotado y traicionado, igual que La Alhambra sigue de pie en la colina a pesar de la derrota de hace cinco siglos.


Detrás de las apariencias

Otra presencia constante es la imagen del palimpsesto, una capa de cultura que cubre otra y otra infinitamente, como si en esa constante revelación de cosas que se esconden detrás de apariencias, en esa diversidad, hubiera algún tipo de mensaje...

Sí, es una imagen que me fascina. Los últimos siete años me han enseñado dramáticamente que hay realidades escondidas detrás de las apariencias de las cosas. No significa necesariamente que la superficie no sea auténtica, pero debajo hay otras cosas que bullen y ellas contienen las claves de lo que a uno le ocurre en la vida. Yo he sentido en estos años como si alguien hubiera pintado un retrato encima mío, otra versión de mí muy difícil de borrar, que escondía quién soy realmente. Esa imagen calzó muy bien con una historia real de un retrato de mi madre sobre el cual alguien hizo otra pintura y que se perdió.

¿Su madre es como la enloquecida Aurora?

No, se moriría si le dijera eso. Pero antes de que yo naciera alguien pintó un retrato de mi madre y mi padre se negó a comprarlo. Se perdió cuando el pintor se lo dio a otro pintor y éste pintó encima del retrato.

Muchos años después conocí al pintor que hizo el retrato original. Hemos intentado por todos los medios recuperarlo, pero el pintor, que es muy mayor y toda una autoridad, no quiere decirnos dónde está. Esa imagen bella de una pintura enterrada bajo otra pintura me sirvió para organizar toda la historia y describir un poco la ciudad de Bombay, con sus capas de cultura y de clase superpuestas, con el narrador que baja muchos escalones desde su situación elitista hasta la realidad de las alcantarillas sociales.

La saga de la familia es un canto a la pluralidad con su mestizaje cultural y religioso, una mezcla de lo judío y lo católico, lo europeo y lo indio, lo occidental y lo oriental.

Sí, creo que esos valores están bajo amenaza, no sólo en la India. Estamos en ese momento extraño del mundo en el que la gente se divide en colectividades nacionales cada vez más pequeñas, con hostilidad hacia lo diverso. Pero la diversidad es el dato inevitable de la existencia diaria.

La India no es la India sin su mosaico cultural.

Crecí en Bombay y allí están todas las culturas y religiones posibles. A mí antes me decían: usted vino del Oriente hacia el Occidente y por eso sus libros dicen tal cosa. El Occidente ya estaba en mí antes de que me nacionalizara británico en 1974. Como Bombay es el gran puerto occidental de la India, está lleno de influencia extranjera y es una puerta hacia el Occidente. También es, por su posición, una frontera entre las distintas Indias. Para el mundo fue siempre muy plural. Pero hay ahora en la India un crecimiento del extremismo hindú, con una ideología de la autenticidad en la que se dice que sólo la población hindú es auténticamente india. Los cien millones de musulmanes de la India son vistos por el extremismo hindú como extranjeros. Yo me propuse hacer lo contrario en mi libro: rescaté la comunidad religiosa más pequeña, la judía, sobre todo la basada en Cochin, y la cristiana. Dentro de la India hay muchas formas de cristianismo, existe la iglesia del sur del país basada en la leyenda del viaje del apóstol Santo Tomás a la India. Me propuse coger estas dos pequeñas comunidades, la judía y la cristiana del sur de la India, y crear una aún más pequeña.



Una utopía cultural

Que es lo que representa el Moro, el hijo del judío Abraham Zogoiby y la cristiana Aurora, descendiente de Vasco de Gama...

Sí, quería mostrar que podía trasladar esto de la periferia al centro del país y contar la historia del país de una manera igualmente auténtica...

Es una utopía cultural...

Excepto que fracasa al final. Pero la diversidad también entraña peligros en el libro... Uma, la mujer con la que tiene una relación el narrador, resulta un problema, una desilusión.

Abraham Zogoiby dice en el libro que "la corrupción es la única fuerza que puede combatir el fanatismo". Se ha dicho del PRI en México que era "una dictadura atemperada por la corrupción". ¿La corrupción es un atenuante del fanatismo y el autoritarismo?

Sí, y ya que menciona América Latina, cuando leí literatura latinoamericana -de México, Perú, Colombia, Brasil- me di cuenta de que la realidad que la inspiraba tenía mucho en común con mi propio mundo. Aunque yo no vengo del cristianismo, en mi país el poder de la religión es parecido, la corrupción de muchos curas es parecida, también la intervención de los militares en la política, el océano entre la riqueza y la pobreza. Cuando empecé a escribir comparaban mi obra con la literatura latinoamericana, aunque sólo he estado en Nicaragua, nunca en Sudamérica.



"Nunca ha habido prohibición"

Sí, lo decían en términos más bien peyorativos, como queriendo decir que copiaba el realismo mágico. ¿Le molesta esa comparación?

Me gusta mucho esa literatura, pero mi literatura no viene del mismo lugar, viene de preocupaciones que no tienen nada que ver con el hecho de haber leído a García Márquez. Pero una razón seria por la que se puede hacer la comparación con América Latina es la realidad misma. Cuando Hijos de la medianoche fue publicada la gente la leyó aquí como una invención, pero en la India la leyeron como un libro de historia. Mi último libro ha sido muy exitoso, es mi libro más exitoso en la India desde el primero y creo que la gente se reconoce en esa realidad.

Se ha dicho que lo quieren prohibir en la India.

Ha habido una confusión por parte de algunos libreros. Nunca ha habido ninguna prohibición. Lo que ocurrió fue que algunas personas en Bombay, no Bal Thackerey, el líder político-religioso, pero sí miembros de su partido, pidieron que se prohibiera para satisfacer a su jefe pero el miembro principal de la coalición de gobierno en Bombay ha dicho que no se prohibirá. Hasta me pidieron que enviara ejemplares firmados al gobierno de la India. Mientras yo le enviaba un ejemplar autografiado al primer ministro, en Bombay corría el rumor de la prohibición.

El libro es una gran invocación del poder de contar historias. El Moro habla de que "los fantasmas y las sombras son todo lo que tengo" y con ellos combate su destino en vísperas de ser ejecutado. ¿Es ésta su defensa más eficaz frente a la condena de muerte?

Nosotros somos nuestras propias historias, vivimos en ellas, lo que hace de una familia una familia es que es la suma de muchas historias, las historias hacen a una familia tanto como los accidentes del amor. Mi manera de entender el mundo es la literatura. Yo no tengo creencias religiosas, pero si vienes de un mundo como la India o Pakistán no puedes escapar de la religión, del mundo del milagro, donde hay muchos dioses y algunos beben leche. Mi manera de enfrentar la experiencia mística y la naturaleza de la revelación es construir un personaje y hacerlo creíble.

Es una forma de jugar a Dios.

Un dios muy tonto y travieso. Si yo hubiera estado al lado del profeta Mahoma en la montaña, ¿hubiera visto al ángel recitando la palabra de Dios? No, pero al mismo tiempo está claro que cuando él dice que ocurrió no lo está inventando, realmente ocurrió. Y esa paradoja vale la pena contarla porque es en esa aparente contradicción donde está la clave de lo que esa experiencia realmente significa. La experiencia del profeta Mahoma es muy parecida a muchas otras descripciones de experiencias místicas. Si comparamos la suya a las experiencias de santos cristianos hay muchos parecidos. Usé estas descripciones en Los versos satánicos. El dice que no siempre veía visiones. A veces sentía algo, lo oía pero no lo veía, a veces sentía dolor físico insoportable, como si algo saliera de su cuerpo y con ello la profecía. Todas las experiencias de los místicos se parecen, y me fascina ese mundo.

Cuando escribe de esto suena mucho menos serio. Lo hace con humor y hasta se burla del asunto un poco... ¿Es esto lo que debe hacer un auténtico escritor con su tema?

No me gustan los libros sin humor por muy buenos que sean. Es el problema que tengo con Tolstoi, faltan bromas. Dostoievski, en cambio, es un escritor oscuro pero con una oscuridad cómica; Kafka está lleno de humor, sin él sería intolerable. Cada capítulo en El castillo es cómico aunque el efecto colectivo del libro es aterrador. El último suspiro del Moro es un libro negro pero incluso el material oscuro tiene una voz cómica que humaniza la historia. La tragedia escrita sólo como tragedia, excepto en casos como el de Shakespeare, puede ser deshumanizante. En Los versos satánicos traté de presentar a ese personaje como un ser humano, no como una figura por encima de la vida humana. Muchas veces construyo una estructura que permite ir de la tragedia a la farsa en un solo párrafo.



Técnicamente en el exilio

El tema del exilio es obsesivo. ¿Se siente un exiliado? ¿Es el escritor siempre un exiliado frente a su propio tema?

Antes de ese libro no me hubiera llamado a mí mismo un exiliado, aunque estoy de acuerdo en que la distancia que puedes tomar sin dejar de estar dentro de lo que te rodea -lo que alguna vez llamé la visión estereoscópica -me ha ayudado mucho como escritor. Esta es la primera vez que me he encontrado técnicamente en el exilio sin poder ir a la India, sin pasar, como hacía antes, mucho tiempo allí. No vuelvo desde 1987. Creo que a menos que las cosas cambien no podré volver a escribir otro libro sobre la India. Sería una vergüenza que empezaran a escribir de mis libros diciendo que he perdido noción de la realidad estando tantos años fuera.

Hablemos un poco de la fatwa. Lo último que se supo, en mayo de este año, es que Irán empezó a emitir señales contradictorias. Parecía que estaba a punto de cerrar una negociación con la Unión Europea y retirar la condena, pero dieron marcha atrás. ¿Qué ocurre?

Sí, estuvieron muy cerca de una solución, y esa conversación entre Europa e Irán no se ha terminado. En las Naciones Unidas acaba de haber una conversación entre los iraníes y la troika europea. Europa mantiene concertadamente la presión. Estoy muy agradecido al gobierno español porque ha mantenido como presidente de la Unión Europea la presión empezada en su momento por la presidencia francesa. Creo que los iraníes tienen el mensaje de que la solución de otros temas pasa por un acuerdo en este asunto. Estados Unidos ha contribuido. Las sanciones económicas han golpeado a Irán -ha perdido el 20% de su exportación petrolera-. Saben que su fuente de intercambio ahora sólo puede ser Europa, y Europa les ha explicado que antes de tratar temas económicos hay que resolver asuntos de derechos humanos, y no sólo el mío. No olvidemos que hay mucha gente de Irán que es víctima de su gobierno.

¿Qué mensaje enviaría al gobierno español?

Primero le agradezco lo que hace. Creo también que hay razones para pensar que si se incrementa la presión económica, cultural, etc., hay, ahora sí, posibilidad muy real de lograr un resultado. En pocas semanas habrá en Barcelona una reunión de países mediterráneos. Es una gran ocasión. El año pasado en Marruecos, en una reunión de la Conferencia Islámica, Hassan criticó fuertemente en su discurso el uso de la fatwa en el mundo islámico en general, posición que adoptó el congreso oficialmente. Dado que hay en el mundo musulmán muchos que se niegan a jugar el juego iraní, en la reunión de Barcelona hay ocasión para aprovechar el terreno común. No se trata de que les guste mi novela o les guste yo, sino de si estos Estados pueden acordar que las amenazas extraterritoriales simplemente no son aceptables. Me gustaría que este tema fuera importante en la reunión de Barcelona, porque se ha usado la falacia de que en el asunto de mi condena a muerte hay una división cultural entre el Occidente y el Oriente, cuando la verdad es que muchos musulmanes han tomado partido por mí en defensa de la libertad de expresión. Incluso Estados musulmanes radicales como Sudán se niegan a apoyar la fatwa. Al-Turabi ha dicho que no está de acuerdo, por mucho que yo no le guste nada y mi libro tampoco.

Los países del Magreb combaten el fanatismo en su propia casa...

Sí, por eso deben estar en condiciones de ver quién tiene la razón en este asunto. Y es interesante notar que los intelectuales musulmanes perciben que esta batalla es también la suya. La idea de que quienes no tenemos creencia religiosa o estamos por el Estado secular estamos desarraigados, que estamos "occidentalizados", es una gran distorsión de la realidad.

Cuando piensa en el pasado, ¿piensa en su vida antes de la fatwa o el periodo de la fatwa domina sus pensamientos?

No, la fatwa no me domina en absoluto. Estoy en una batalla política, y defiendo principios importantes, no sólo la libertad de expresión y el derecho a salir de esta habitación y caminar por la calle sin que un terrorista me mate: también el arte de la novela, que en este asunto está bajo ataque, la transacción entre el escritor y el lector. Los que atacaron Los versos satánicos no tienen ninguna idea de lo que ocurre cuando un lector abre un libro, el objeto intermediario entre el escritor y el lector que constituye un libro. Yo estoy defendiendo ese escenario en el que el hombre encuentra placer. No puedo negar que después de la fatwa me he dedicado a temas políticos mucho más de lo que nunca pensé. Pero no dejaré que me conviertan en la criatura de la fatwa, que la fatwa me defina a mí. Muchas veces he pensado que mi literatura podía verse arruinada, volverse tímida. He vencido ese temor. Tampoco siento rencor.

Mi último libro no es amargo ni rencoroso. No soy un prisionero de lo sucedido. Me enorgullece mucho que El último suspiro del Moro no sea, en sus temas, en su estilo, hijo de la fatwa. Estoy a favor de la generosidad, del amor. La mejor defensa que podía hacer del arte de la novela era escribir una buena novela que no estuviera constreñida por la fatwa, por mucho que me haya marcado.

¿Hubo momentos en estos siete años en que pensó que el mundo se olvidaba de usted?

Sí, en los primeros dos años muchas veces parecía que no había ningún movimiento. Muchos intelectuales mantuvieron el asunto vivo, pero en el terreno político no había movimiento. Pasaron tres años y medio antes de poder reunirme con funcionarios británicos. Cuando Vaclav Havel vino en visita oficial pidió al gobierno reunirse conmigo y el gobierno británico le dijo que no. Tuve que ir a Praga para reunirme con Havel. Fue terrible ver que mi propio gobierno impedía a otros ayudarme con el argumento de que la situación de los rehenes en el Líbano así lo exigía, por más que los secuestradores de Terry Wait nunca hicieran la conexión. Finalmente la presión de americanos, canadienses y europeos despertó a los británicos.

En un memorándum que llegó a mis manos, un funcionario del Foreign Office decía que había llegado la hora de unirse al coro. íVaya coro! Sin los americanos y los europeos los ingleses no habrían hecho nada. Luego las cosas cambiaron, me reuní con Major y desde entonces han colaborado mucho, Chirac y Juppé me apoyaron mucho este año, y debo decir que la iniciativa de la Unión Europea se debió a la presidencia francesa.

Esta experiencia le ha puesto en contacto con el poder político en muchas partes. ¿Le gusta lo que ha visto?

Para cualquier escritor ver desde dentro un mundo que está siempre cerrado al público es fascinante. Yo podría escribir ahora sobre el poder de una forma que no hubiera podido antes. Tiene dimensiones cómicas, frustrantes, kafkianas, pero a veces conoces gente inteligente. Muchos políticos son inteligentes y eso te obliga a concentrarte y sintetizar las cosas. Los primeros ministros y presidentes te dan quince minutos y tienes que hablar de cosas muy complejas muy rápidamente. Tienes que tener un dominio muy claro de lo que pides y quieres, pedir cosas muy específicas y explicar las consecuencias. No puedes ir a hablar de tus novelas o de la libertad de expresión porque no sirve. Los políticos son gente tan ocupada, con reuniones cada diez minutos, que las posibilidades de pensar creativamente son pocas. El problema, claro, es que eso baja a los demás niveles y luego sale un porcentaje pequeño de lo que uno quiere. La iniciativa francesa en la Unión Europea empezó conmigo. Juppé se iluminó cuando le expliqué la cosa.


"El peor momento de mi vida"

Podría escribir un manual político... Me he convertido en un experto del lobby, que es una forma muy especial de la política. Si haces las cosas bien puedes acabar en una situación tan absurda como la mía; yo, impotente en esta habitación sin ejércitos ni administración, huyendo de una amenaza de muerte, en determinados momentos acabo prácticamente dirigiendo la política exterior de Europa. íQué paradoja! Con los políticos nunca consigues todo lo que quieres, pero nunca te vas con las manos vacías.

¿Sigue arrepentido de su pasajera conversión al Islam después de la fatwa?

Fue la cosa más estúpida de mi vida. Ni yo mismo me lo creí. Me dejé llevar por mi propia desesperación. Al día siguiente pensé: "íCarajo, cómo pude hacer esto!" Perdí la cabeza. Lo bueno es que caí tan bajo que ya sé dónde no debo caer en el futuro. Fue el peor momento de mi vida. Me sentí mucho mejor cuando me retracté.


Octubre 1995



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