Riendo con Emile Cioran: Adiós a la filosofía (II) – San Pablo

13 de octubre de 2008





Un Judío no judío, un Judío pervertido, un traidor. De ahí la impresión de insinceridad que se desprende de sus llamadas, de sus exhortaciones, de sus violencias. Es sospechoso: parece demasiado convencido. No se saber por dónde tomarlo, ni cómo definirlo; situado en una encrucijada de la historia, debió sufrir múltiples influencias. Tras haber vacilado entre varios caminos, eligió uno, el bueno. Los de su especie juegan sobre seguro: obsesionados por la posteridad, por el eco que suscitarán sus gestos, si se sacrifican por una causa, lo hacen como víctimas eficaces.

Cuando ya no sé a quien detestar, abro las Epístolas y en seguida me tranquilizo. Tengo a mi hombre. Me pone en trance. Me hace temblar. Para odiarle de cerca, como a un contemporáneo, doy un salto de veinte siglos y le sigo en sus giras; sus éxitos me descorazonan, los suplicios que se inflige me llenan de gozo. El frenesí que me comunica, lo vuelvo contra él: no fue así ¡ay! como procedió el Imperio (pág. 83).


Transcripto de la edición de Alianza Editorial
Traducción de Fernando Savater
Madrid, 1980


1 comentarios:
Rodericus Ignatius XVII 13 de diciembre de 2008, 5:05 p.m.  

Fantástica cita. Saludos, Rodrigo.

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