Dolores Etchecopar: El idiota

30 de septiembre de 2008





Frente a la cabaña del idiota
pasan las vías del tren
a él le gusta que los animales
sólo tengan ojos para llegar
y le aterran las bocas
porque las bocas se comen a los ojos
cuando hablan
el idiota enciende la radio
y la deja sonar a todo volumen
mientras pasa el tren
él sólo sabe de la muerte
que un día ella podrá esconderle esos sonidos
tan hondamente en el rugido de los trenes
en las bocas que se comen a los ojos
cuando hablan


Transcripción de Notas salvajes
Buenos Aires, Editorial Argonauta, 1989




1 comentarios:
Patricia Damiano 1 de octubre de 2008, 12:15 a.m.  

La vi sólo una vez en su casa y por acasos felices. Las altísimas paredes estaban pintadas por ella misma al óleo y con collages. La gama y los matices iban de la arena a la madera. Había libros y copas altas sobre el cristal de las mesas y el mimbre.


Su compañero, músico reconocido, era tan talentoso como para el asado que generosamente nos ofreció una noche de lluvia torrencial. Había, contigua, una sala de audio para el más exquisito y exigente melómano.

De aquello pasó ya más de una década. Casi dos.
Llevaba -por si el dato suma hechizo-, un atuendo rústico, blanco, adherible a una gacela, y el cabello cortísimo color de mies con un mechoncito de avanzada -hoy a la page- balanceándose en la espalda. Y calzaba unos escarpines blancos como si para Plissetskaia.

Nunca volvía a ver a ninguno de todos ellos, los de esa noche byroniana que, por supuesto, me dejó sin obra de alcurnia como Frankenstein. Pero esa luna, al escuchar sus lecturas por primera vez y ya prevenida por poetas invencionistas, me impelió a seguir buscando y releyendo sus poemas que llevo por todos mis espacios -sin su permiso-.

Es sin duda, hoy, a 18 años, excelente como entonces decía Edgar Bayley.

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