Carlos Juárez Aldazábal - Las mascotas

2 de mayo de 2008








La blanca tenía la lengua triste,

con esa tristeza de perro chico

que se siente impotente

para engullir las manos de los asesinos.



La negra era un dragón

con pinchos en la espalda

que solía mirar por el vidrio

con la ternura de un Cristo
,

de un Gandhi eterno,

portador de una melancolía nueva,

inadmisible.



(Cruzando la frontera vivía un oso,

sobreviviente estéril de una raza mágica

encargada de custodiar al que dormía

en cuna de mimbre trenzada por el tiempo.)



La negra cultivaba el respeto

por su madre

y la blanca enseñaba los tesoros ratones

a su hijastra

y en las noches de ánimas errantes

se juntaban en un dúo de lamentos

antes de la danza

en torno de la piedra.



(Cuentan que el oso cayó prisionero

de un cazador de animales ordinarios

y terminó en cobertor

de cuna de mimbre trenzada por el tiempo.)



Yo escarbé en la ausencia

cuando en diciembre vino la emboscada

y una guadaña roja se clavó en la frente

de la negra

y una guadaña ciega cercenó la tristeza

de la blanca

y la parca reía

y todo el mundo hablando sobre el alma

que es cosa de los hombres

y yo sin comprenderlos

y encima este recuerdo que me escarba las sienes

y todavía nada.





Fuente: Isla Negra



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