James Joyce - Ulises
Fragmentia

26 de mayo de 2007

La observó mientras vertía en la medida y luego en la jarra la rica leche blanca, no la de ella. Viejas tetas arrugadas. Vertió otra vez una medida entera y una yapa. Vieja y misteriosa, venía de un mundo matutino, tal vez como un mensajero. Alabó la excelencia de la leche, mientras la vertía. De cuclillas, al lado de una paciente vaca, en el campo lozano, al amanecer, una bruja sobre su taburete, los dedos rápidos en las ubres chorreantes. Conociéndola, las vacas mugían a su alrededor: ganado, sedoso de rocío. Seda de las vacas y pobre vieja, nombres que le daban en los viejos tiempos. Una tía vagabunda, forma degradada de un inmortal, sirviendo a su conquistador y a su alegre traidor, su concubina común, mensajera de la secreta mañana.


Trad.: J. Salas Subirat
James Joyce, Ulises, Buenos Aires, Santiago Rueda editor, 6ª edición, 1972, pág. 44

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Aporte de Paloma Paredes: Traducción de J.M. Valverde. Ed. Lumen, Barcelona 1976

La observó echar en la medida, y luego en la jarra, blanca leche espesa, no suya. Viejas tetas encogidas. Volvió a echar una medida y una propina. Anciana y secreta, había entrado desde un mundo mañanero, quizá mensajera. Alababa la excelencia de la leche, mientras la vertía. Acurrucada junto a una paciente vaca, al romper el día, en el fértil campo, bruja sentada en su seta venenosa, con sus arrugados dedos rápidos en las ubres chorreantes. Mugían en torno a ella, y la conocían; ganado sedoso de rocío. Seda de las vacas y pobre vieja: nombres que se lo dieron en tiempos antiguos. Una anciana errante, baja forma de un ser inmortal, sirviendo al que la conquistó y alegremente la traicionó; la concubina común de ellos, mensajera de la secreta mañana.


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